En estos días de celebrar la paternidad me invitaron a dar charlas con trabajadores de la Farmacia París sobre la crianza con apego, sobre esta manera de involucrarse con la pareja y con los hijos. El principal problema que no quería tocar era el tiempo que se le dedica a un hijo. Principalmente porque ya sabía que hay trabajadores que laboran hasta 10 horas seguidas sin contar el tiempo que pierden en transportarse a su empleo. Me enteré de un trabajador que sale a las 6 de la mañana de su casa y regresa a las 10 de la noche. ¿Qué hacer con esos casos?
Mi esposa me dijo: «diles que aunque tengan media hora para estar con ellos al día esa media hora deben hacerla desconectados de pendientes laborales, desconectados de deudas y problemas en general». Me pareció en verdad una alternativa útil para quien no puede o quiere dejar o ajustar al mínimo su vida laboral. En sentido opuesto ¿qué sentido tiene estar con el bebé todo el día si no somos capaces de dejar a un lado los conflictos cotidianos?
En el momento que nuestro bebé perciba el respeto que tenemos por ellos, por sus decisiones y por su desarrollo en ese instante, como pasa con todas las personas de cualquier edad, podremos generar un vínculo para la convivencia.
De regreso a casa, en la calle, vi a un papá caminando muy «moderno» cargando a su bebé en una tela que finge la función del mei tai pero que no forma la M con sus pompas y sus piernas, como lo sugieren pediatras, y que al contrario les va haciendo palanca con la misma tela, con el bebé mirando hacia el frente (como si le interesara lo que sucede en la calle), con audífonos (el papá no el bebé) y por si fuera poco revisando el celular. Creo que ahí, en realidad, cada quien va por su lado.
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